Invierno
Ya me acostumbré a los ruidos de mis vecinas cuando tienen
sexo; ya no les grito que tengan reparo de no golpear tan
fuerte la pared cuando son más de las cuatro de la mañana. Ya
me acostumbré a esperar a Nancy por la medianoche con una
taza de leche caliente y miel porque no logra conciliar el
sueño. Ya dejo la taza a la vista y la miel fuera de la alacena.
Ya me acostumbré al sonido de la alarma metalera de mi otro
vecino, que la deja sonar seis veces y a la mitad de la séptima
la apaga. Ya me acostumbré a sentir alivio cuando termina. Ya
me acostumbré a salir luego de mi otro vecino, Jonathan, que
me deja flores en la puerta de mi departamento, creyendo que
así me tendrá dentro de su departamento. Ya me acostumbré
a recogerlas, ponerlas en agua y a pensar que no va a perder
las esperanzas. Ya se que si desayuno y luego me cambio,
tardaré más que si me cambio y luego desayuno. Y también se
que si no me baño antes, correré el riesgo de estar más
dormida que de costumbre. Ya me acostumbré a ver pasar el
subte mientras bajo las escaleras a máxima velocidad para
alcanzarlo y a pensar: El próximo vendrá mas vacío,
conseguirás asiento. Ya me acostumbré a imaginar en cuál
semáforo estaría si hubiese elegido ir en colectivo y a
observar a los viajeros que comparten el vagón conmigo. Ya sé
cuantas canciones entran en las seis estaciones antes de
bajarme. Se que son cuatro o cinco, en el mejor de los casos.
Ya se que si salgo por la puerta que está a mi izquierda,
tardaré menos que si salgo por la derecha. Ya se que es así,
pero no sé porque es así, y se que buscarle sentido, tiene
menos sentido. Ya me acostumbré al buen día del portero de
mi oficina. No me sorprende que me salude todos los días
como si fuera la primera vez que me ve. Ya me acostumbré a
la sensación de abandonarme al entrar y recuperarme al salir.
Es como si viera más que antes, escuchara más que antes. Es
como si estuviera más sensible a todo. Es como cuando dejas
un tiempo de ver a alguien. Se extraña. Y cuando lo ves, el
entusiasmo es parecido al que se tiene la primera vez. Ya me
acostumbré a desear ese entusiasmo todos los días y que no
suceda. Preguntarme porqué no sucede y no tener respuesta.
Salvo las flores de Jonathan sobre la mesa.